la depresión
la depresión
El término médico hace referencia
a un síndrome o conjunto de síntomas que afectan principalmente a la esfera
afectiva: como es la tristeza constante, decaimiento, irritabilidad, sensación
de malestar, impotencia, frustración a la vida y puede disminuir el rendimiento
en el trabajo o limitar la actividad vital habitual, independientemente de que
su causa sea conocida o desconocida. Aunque ése es el núcleo principal de
síntomas, la depresión también puede expresarse a través de afecciones de tipo
cognitivo, volitivo o incluso somático. En la mayor parte de los casos, el
diagnóstico es clínico, aunque debe diferenciarse de cuadros de expresión
parecida, como los trastornos de ansiedad. La persona aquejada de depresión
puede no vivenciar tristeza, sino pérdida de interés e incapacidad para disfrutar
las actividades lúdicas habituales, así como una vivencia poco motivadora y más
lenta del transcurso del tiempo.
El origen de la depresión es
multifactorial. En su aparición influyen factores biológicos, genéticos y
psicosociales. La Psico-Neuro-Inmunología plantea un puente entre los enfoques
estrictamente biológicos y psicológicos.
Diversos factores ambientales
aumentan el riesgo de padecer depresión, tales como factores de estrés
psicosocial, mala alimentación, permeabilidad intestinal aumentada,
intolerancias alimentarias, inactividad física, obesidad, tabaquismo, atopia,
enfermedades periodontales, sueño y deficiencia de vitamina D.
Entre los factores psicosociales
destacan el estrés y ciertos sentimientos negativos (derivados de una decepción
sentimental, la contemplación o vivencia de un accidente, asesinato o tragedia,
el trastorno por malas noticias, pena, contexto social, aspectos de la
personalidad, el haber atravesado una experiencia cercana a la muerte) o una
elaboración inadecuada del duelo (por la muerte de un ser querido).
Un elevado y creciente número de
evidencias indica que los episodios depresivos se asocian con cambios en la
neurotransmisión del sistema nervioso central y cambios estructurales en el
cerebro, producidos a través de mecanismos neuroendocrinos, inflamatorios e
inmunológicos.1 Existe un creciente número de pruebas que demuestran que la
depresión está asociada con una respuesta inflamatoria crónica de bajo grado,
aumento del estrés oxidativo y aparición de respuestas autoinmunes, que
contribuyen a la progresión de la depresión.2 Las citoquinas pro-inflamatorias
causan depresión y ansiedad, y se ha demostrado que sus niveles están elevados
en los pacientes con síntomas depresivos, lo que puede explicar por qué los
influjos psicosociales y los traumas agudos pueden desencadenar trastornos del
estado de ánimo en personas vulnerables, como aquéllas con una predisposición
genética o las que tienen una mayor carga inflamatoria.2 El vínculo entre los
procesos inflamatorios y los síntomas de la depresión se confirma por la
asociación de síntomas depresivos con enfermedades inflamatorias, autoinmunes o
neuroinflamatorias, tales como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva
crónica, la enfermedad cardiovascular, la diabetes, la alergia, la artritis
reumatoide, la enfermedad celíaca, la esclerosis múltiple y la enfermedad de
Parkinson.
La depresión puede tener
importantes consecuencias sociales, laborales y personales, desde la
incapacidad laboral (ya que se puede presentar un agotamiento que se verá
reflejado en la falta de interés hacia uno mismo, o incluso el desgano para la
productividad, lo cual no solo afectará a quien está pasando por la depresión,
sino también a quienes lo rodean) hasta el suicidio. Otros síntomas por los
cuales se puede detectar este trastorno son cambio del aspecto personal,
enlentecimiento psicomotriz, tono de voz bajo, constante tristeza, llanto fácil
o espontáneo, disminución de la atención, ideas pesimistas, ideas
hipocondríacas y alteraciones del sueño. Desde la biopsiquiatría, a través de
un enfoque farmacológico, se propone el uso de antidepresivos. Sin embargo, los
antidepresivos sólo han demostrado ser especialmente eficaces en depresión
mayor/grave (en el sentido clínico del término, no coloquial).
El término en psicología de
conducta (ver terapia de conducta o modificación de conducta) hace referencia a
la descripción de una situación individual mediante síntomas. La diferencia
radica en que la suma de estos síntomas no implica en este caso un síndrome,
sino conductas aisladas que pudieran si acaso establecer relaciones entre sí
(pero no cualidades emergentes e independientes a estas respuestas). Así, la
depresión no sería causa de la tristeza ni del suicidio, sino una mera descripción
de la situación del sujeto. Pudiera acaso establecerse una relación con el
suicidio en un sentido estadístico, pero tan sólo como una relación entre
conductas (la del suicidio y las que compongan el cuadro clínico de la
depresión). Es decir, en este sentido la depresión tiene una explicación basada
en el ambiente o contexto, como un aprendizaje desadaptativo.
Los principales tipos de
depresión son el trastorno depresivo mayor, el trastorno distímico, el
trastorno ciclotímico, el trastorno afectivo estacional y la depresión bipolar.
El trastorno depresivo mayor, el distímico y ciclotímico son las formas más
comunes de depresión, el trastorno distímico y ciclotímico son más crónicos,
con una tristeza persistente durante al menos dos años. El trastorno afectivo
estacional tiene los mismos síntomas que el trastorno depresivo mayor, en lo
que difiere es que se produce en una época del año, suele ser el invierno. La
depresión bipolar es la fase depresiva de un trastorno llamado trastorno
bipolar.
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